sábado, 12 de abril de 2014

sin ninguna pretensión pero con todas

Hoy es el día, en el que cada momento y bocanada de aire me hace minimizarme, comienzan de nuevo las oleadas de marrón culpabilidad y odio a toda la estela que deja mi paso.


El día en el que siento envidia por todo, el día en que odio saber que nunca podré besarte de esa manera que otra persona repitió cada día mientras quiso. Que no me podré poner a nadar entre los surcos de tu piel hasta que llegue a la playa de tu ombligo, para que me rescates y me hagas volar. Que no podré pasar mi mano porque haría el mismo recorrido que ya había marcado tu pasado, y yo quería uno sólo para mí.



Que me besaras, ay! que me besaras tan fuerte que mis talones se convirtieran en fuego y mi vientre en magia pura, que me quemaran los labios tan fuerte que no pudiera hablar nunca más.
Que no podré hacerte una cicatriz imborrable, una de esas muescas que se llevan hasta que nosotros dejemos de ser nosotros, de esas que ni todo el hormigón del mundo pueden rellenar.


Porque sí, yo quiero perderme dentro de tu maldita mirada, quiero hacerte daño, quiero que llores mi nombre cuando no sepas si lo que muestro es indiferencia o interés, que te desnudes y toques tu cuerpo mientras recuerdas de que manera mis labios acariciaban tus muñecas. Quiero que me grites, hasta que te quedes sin respiración, que mi nombre sea un ruido seco en tu mente y te duela, te duela, te duela.
Saber que soy el sol que te ilumina los puntos astrales que se forman en el cristal de tus pupilas, que cada vez que pienses en mi olor una punzada recorra tu pecho y te atraviese hasta hacer estallar a tu espalda. Que si piensas en no verme sólo puedas negarte a aceptarlo.

Siento rabia de que nadie sea quien sienta envidia de mi.
Cada paso que doy es como cruzar medio océano, porque se cuanto más pasos doy, más me acerco al final, y me dejo la voz gritando sin que nadie me escuche.


Porque estoy dentro de esta maldita bola de cristal, que he creado yo con mi orgullo y nadie tiene la llave, sólo yo.
Que sintieras hormigas en las manos cada vez que me sostuvieras entre tus brazos, que vomitaras mariposas por mí, que se te hundieran las piernas en la arena cuando me oyeras respirar.
Y el final, lo veo tan cerca.

Como todos mis finales. Pero quizás este, un poco más profundo, más oscuro, peor.
Hazme decir la verdad, aunque mi voz tiemble.
Hoy es el día en el que siento envidia, envidia de todo lo que fue ella y lo que nunca seré yo.
Lo que duele, es que yo nunca seré tan perfecta.

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