viernes, 2 de mayo de 2014

anatomía de una ola

La piel era como el terciopelo, de un color como la corteza del pan tostado,
pero olía mejor, sabía a pura vida.

Cuando desperté, veía como la luz de la ventana impactaba en aquella espalda, 
vislumbrando su tacto sin tocarlo, dando un reflejo dorado a aquel espectáculo de fantasía. Mientras, el cuerpo ascendía y descendía a causa de su respiración. Y eso hacía soñar.
Podía ver los restos de la noche dibujados en él, mis ojos naufragaban mientras recorrían toda la historia, podía olerlo.



Aquella piel estaba llena de palabras, más de las que se podían leer. 



Escuchaba sus pulmones trabajando y dando cuerda a toda la máquina del cuerpo, porque ese era su único movimiento; respirar. Y yo daba gracias porque esa maravillosa criatura estuviera ahí, desnuda y desprotegida, dormida. Soñando y sabiendo que yo observaba como el cazador expectante a que su presa vuele, durante horas con toda mi admiración yo miraba, y disfrutaba.


Eran los momentos mas silenciosos de mi vida, pero quizás los que más viva me hicieron sentir.
Sutilmente me acercaba, sin que el colchón se moviera y alcanzaba a oler toda la armonía que despertaba, tocaba delicadamente aquellos mechones de pelo que aun olían a recién lavado. Y me dejaba llevar con el movimiento de la respiración por aquella ventana, como si pudiera subir y sentarme en medio de la explanada azul del cielo.


Me sentía tan bien que tenía envidia de ese momento, tenía miedo de que fuera irrepetible, tenía miedo de ti.
Así me sentía yo.
 Pero, de repente aquella criatura despertó, y lo único que hizo fue mirarme mientras sonreía con los ojos.


Dentro de mí sentía suspirar a mi alma, sentía por fin a mi alma. A la que desterré como castigo por equivocarme, a la que di de lado tantas veces por cobarde, a la que nunca deje ver la luz por si me hacía daño.

Me gusta porque siento la playa cerca, como cuando hundo mis pies en la arena. Podía ver a la ola rompiendo contra las rocas mientra las moldea. Porque la roca siempre es roca, pero el mar es más fuerte. El mar arrastra. Y respiro, por fin soy yo la que respiro. Y sólo siento mis párpados cerrados y tu proximidad. 

Para entonces yo ya estaría perdida.
Para entonces tú sonreías más que nunca.
Y eso, me hacía soñar.

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