lunes, 11 de agosto de 2014

Que tiene usted el corazón en modo avión

Me encontraba sentada frente a la vista más impresionante del mundo cuando me dí cuenta. Cuando por fin fui consciente de lo que ocurría. Cuando miré hacia toda esa naturaleza que se presentaba frente a mí, pura como nada lo había sido antes. Yo no sentía nada, no sentía absolutamente nada.



Tantos años complicando mis relaciones hasta puntos incomprensibles para mi corazón, tanto tiempo superponiendo lo que creía que me hacía más feliz, comportándome como una egoísta, años enseñándome a mí misma de manera inconsciente a insensibilizarme.
Abrazaba a la soledad como a una vieja amiga y no como a lo que era.



A veces, tu cuerpo te pide que llores, que repongas lágrimas para que las acumuladas limpien el ojo y se renueven, porque desean precipitarse y morir. Es una necesidad tan básica como morir. Pero no, yo no era capaz de llorar porque dentro de mí no quedaba absolutamente nada.
Me había forzado a querer tanto y a no sentir nada que simplemente me bloqueé, me estanqué en un punto que no tiene retorno. El game over de tu vida. Y no sabía como hacerme un reset.
Convivir cada día con alguien a quién odias por cumplir y no cumplir tus expectativas no es tarea fácil, me convencí a mí misma que si yo no me quería nadie podría y mucho menos debería quererme. Ya no recordaba como era besar unos labios que me hicieran sentir mariposas. Cómo era tocar a alguien y que se produjera un terremoto. Cómo era eso de sentirte querida. Cómo era sentir algo inesperadamente necesario.




Debería sentirme feliz, borré todo rastro de lo que una vez fue el paraíso y luego fueron sus escombros, tal y como yo me había pedido a mí y a las estrellas fugaces tantas veces. Pero solo podía sentir más odio y rechazo del que ya sentía. Si mi corazón un día fue un lugar lleno de algo bueno ya no lo era.
Me sentía a mi misma dentro en él de vez en cuando, sólo por comprobar que no habían vuelto a entrar ladrones, y me arañaba con el jardín de espinas que había cultivado. Al menos así me aseguro que quién entre querrá irse rápido. Nadie puede soportar un dolor tan agudo demasiado tiempo.


No quiero que entre aquí nadie nunca más, y sí quiero que entre alguien. No me pongo de acuerdo quién debe ser. De momento el cartel de "se reservan derechos de admisión" sigue colgado indefinidamente, porque el de "estamos en obras" cayó de lo viejo que era.



A lo mejor lo que necesito es un programador que me instale un nuevo sistema operativo.
A lo mejor lo que necesito es llorar y que el maremoto se lleve el jardín de espino.
Puede que sólo deba continuar contemplando el paisaje.
A lo mejor es por eso que no me gustan las rosas, porque yo tengo espinas de sobra.



No hay comentarios:

Publicar un comentario