A pesar de que pasara una eternidad, todo volvía a ser igual.
Aunque el paso del tiempo hiciera mella en nuestros interiores, que tú no fueras el mismo porque tenías nuevas experiencias. Y que yo no fuera la misma porque tenía más arrugas. Aun así ese tiempo medio era capaz de congelarse y camuflarse bajo tierra para que tú y yo volviéramos a ser tú y yo.
Y lo mejor estaba por llegar. Las experiencias traen consigo tanto cosas buenas como malas, y ninguno de los dos iba a volver a cometer los mismos errores.
Si algo me pudo enseñar el tiempo es, que las oportunidades cursan efímeras, y ésta era la mía. No importan cuántas reglas se rompan ni cuantas normas se incumplan.
De repente me doy cuenta de que todas esas luces que estaban apagadas, los brillos ocultos en las sombras volvían a relucir como un coche nuevo. Que yo podía volver a sentir y punto, SENTIR ALGO. Ahora y más que nunca tú y yo íbamos a ser todo lo que el uno esperó siempre del otro y no sólo lo que siempre fuimos.
Pero no nos engañemos, el tiempo es el menos eterno de todos nosotros.
hola veronique, solo decirte que eres increible. adiós
ResponderEliminarte quiero ouchi, sólo espero que algún día mis blogs se parezcan aunque sean una milésima a los tuyos
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