jueves, 1 de enero de 2015

No clear mind

Recuerdo como era que me tocaras, recuerdo que me venía arriba y creía que no existía cielo más alto que tocar.
Tu tacto era como el fuego, me quemaba la piel mientras me acariciaba suavemente, porque tu piel era perfecta. Y estaba hecha para la mía.
Y recuerdo la música que sonaba cuando me tocabas al dormir, y por supuesto mi mente se enturbiaba, y me sentía aturdida por todos aquellos sentimientos que saltaban y centelleaban sobre mí.
Dormir contigo era como ver un espectáculo de pirotecnia en una playa completamente desierta. Era frío por el miedo, y caliente por ti.



Era todo. Y no quiero ni necesito que me abraces o que me toques para poder seguir respirando, solo necesito que el recuerdo nunca acabe, saber que pude vivirlo, saber que fue mío por un momento.

Haces una aparición con recuerdos enterrados, de los profundamente dolorosos y yo ya no sé que pensar, no sé que sentir y no sé que recordar. No sé si hace frío o calor, ni si estoy respirando, ni si quiero no estar a tu lado.

Si no te vas a quedar vete, te he dejado en libertad, te he dicho que la disfrutes lejos. Y te sigues empeñando en hacerlo aquí, a una distancia prudente como para poder hacer que me desangre lentamente con una de esas balas que me disparas cuando me miras, pero lo suficientemente lejos como para agonizar y no poder agarrarte.

Y es que yo nunca fui de medias distancias, ni de tonos grises, ni de medias tintas, ni de dobles sentidos.
 Yo lo que quiero es que esto deje de doler, y que la sangre que brota de mis grietas no sea tan brillante, tan roja.

Yo lo que quiero es que te quedes.