domingo, 30 de noviembre de 2014

El equilibrio es imposible

Y aquí estoy, recreando en mi cabeza mil historias que nunca pude ni ahora puedo contarte. Tratando de razonar cuestiones que una vez te dije, eran imposibles de razonar. Jugando a ser fuerte y a creer que por mentir a todo el mundo me puedo mentir a mí.



Cometiendo tus mismos errores y pareciéndome un poco más a ti, en un estúpido intento de justificarme y creer que llevo la razón.



Pero, para ser honestos, en estos juegos nadie lleva nunca la virtud, nadie es el líder y nadie gana. El amor no se debe ganar, debe compartirse y punto. Pero a ti y a mí los residuos, los años y todo lo demás nos enseñaron que si éramos egoístas nadie nos podría robar nada porque no teníamos que dar nada.



Te echo de menos, y no sabes cuanto.



No echo de menos que alguien me abrace, ni que nadie me diga cosas bonitas, ni que nadie me mire como si yo fuera guapa. Necesito que tú me mires como si nada, que me toques para colocarme el pelo y que pienses en mí de vez en cuando, sólo eso.
Y tú ni siquiera me mereces.



Y no puedo justificar que con un puto segundo en la puerta de un aeropuerto me robaras el alma y yo te ayudara a forzar la entrada a ella, no opuse resistencia. No puedo justificar que yo, que me he esforzado tantas veces por sentir lo inexistente en complementos circunstanciales de tiempos largos no sintiera nada, que he deseado que hubiera sido cualquier otro antes que tú. Estoy aquí, con los pies descalzos culpándome por sentir cosas tan irracionales, sin perdonarme por parecer tan estúpida, y sin poder justificar porqué lo que tanto quería ya no lo quiero.



Vete. Porque yo ya no pienso moverme de aquí.

"Si está bien, si es tan fácil, ¿por qué duele así? por dentro"

sábado, 15 de noviembre de 2014

Fiction

Mientras consumía el cigarro, con los ojos ciegos de la noche. Entre el humo, la gente disfrutando y la música que vibra penetrando en cada uno de mis poros te veía en todas partes. Aun a sabiendas de que era imposible que tras ver la luz tenue fueras a aparecer yo te veía en todas las caras.
Sin buscarte aparecías, y eso me hacía enfadarme conmigo. Eso generaba en mí rabia e impotencia que sólo era capaz de expresar dejándome llevar por la música.
Quizá fue lo que fumé.
Y ahora solo veo la meta de sobrepasar la montaña y encontrarme un valle encantado lleno de lagos y flores. Pero me da miedo seguir escalando y encontrar un precipicio y lluvia.
Me duelen las pestañas y tú siempre te posas sobre ellas.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Domingo astromántico

Recuerdo cuando apareció la señal de fuego en el cielo, recuerdo como brillaba y yo no podía dejar de mirar. Era mágico.



Yo, que siempre me piso el mismo pie y que tengo explicación para todo y nada, miraba cada noche aquel ente como si no pudiera ocurrir nada más en el mundo que me pudiera importar.
Para cuando me di cuenta de que era un meteorito que venía directo hacia mí, ya era tarde. Da igual a donde yo me moviese o a qué país viajase, donde me pudiera esconder. Porque iba a seguir y perseguir mi trayectoria hasta encontrarme.




Dejé ver tanto de mí aquellas noches mientras soñaba despierta contemplando la estrella, que ya era imposible que no pudiese hacerme daño.
Cuando corría despavorida intentando que no me alcanzara, sentí dentro de mi un pequeño halo de recuerdo, como si todo eso me fuese familiar. Y yo pensaba "que tonta eres, es imposible" pero esa sensación agridulce no se me fue de la boca hasta que me encontró.
Me dolían goteras que pensaba que había arreglado.



Era tan cegadora la luz, que me quemó las retinas por completo, y entró traspasando mi pecho como quien trincha un pavo. Sin dificultad ninguna. Quizá fue porque había abierto mi corazón como un libro cada noche mandando deseos que nadie escuchó nunca a lo que yo creía que era una estrella fugaz.



Después del impacto sólo he aprendido que ver atardeceres no es imprescindible, que sentirte el rey del mundo por escalar una pared es mejorable, que correr veinte kilómetros todos los día no te hacen tener un corazón más grande.
Descubrí que la gente se limita siempre a "disfrutar de los pequeños momentos de la vida", y no puedo evitar preguntarme. ¿Y qué hay de los momentos grandes? ¿Somos demasiado cobardes para querer disfrutar muchos grandes momentos de la vida?





¿No habían luces suficientes en el cielo para tener que mirar sólo a esa?



Sí, somos cobardes. Somos el único ser capaz de tener la felicidad con carteles y luces de neón en nuestras narices y pasar de largo porque nuestro ojo contaminado se acomodó a las luces de ciudad.
Nos limitamos a tópicos aprendidos sobre ideas de amor y gracia sin imponer nuestras propias pautas, conformándonos con la milésima parte y sintiendo desdicha cuando tenemos más de lo deseado.







Aprendí que nos da miedo sentir cosas mas grandes que un meteorito.
Lo único que tengo claro después del impacto es que es imposible parar algo inevitable.